Cuando recibo este encargo, una doble sensación me invade. Por un lado orgullo, que un amigo confíe en tí para algo tan importante como regalar el vídeo de boda, es algo a considerar. Por otro lado, responsabilidad, estar a la altura y que quede satisfecho, es un peso, que asumo con decisión.
La entrevista con la pareja, muy bien, como es habitual. No hay cliente más dispuesto que una pareja que va a dar el paso. Vienen con la mejor referencia, y conocen tu trabajo anterior y es lo que quieren para ellos. No puede ir mejor. Una vez explicada la forma de trabajar y recibido que es lo quieren los novios, todos estamos de acuerdo, y ya solo queda planificar y esperar la fecha.
Diría que mi parte favorita, donde se captan la emoción y la tensión por la espera, por la ansiedad del momento, es en los preparativos. Aquí es importante, entenderte bien con el fotográfo, y no dirigir apenas nada, para captar el momento con naturalidad. Así se consigue captar la carga emocional del momento.
Una boda tradicional por la iglesia, conlleva no poder moverse con libertad sin molestar al cura, pobre iluminación, en resumen un reto, y tener que exprimir tus medios técnicos para no fallar. Trabajar en ISOS altas, ángulos inverosímiles y estar muy fino para conseguir buen material. Además del audio, infravalorado por muchos, pero que tiene un peso en la calidad de la película final, que haría sonrojar a aquellos que graban con el micro de la cámara, y lo dan por bueno.
Lo bueno que tuvo esta boda, fueron sin duda las cartas que leyeron los amigos de los novios durante la celebración. Es esta la clave, que diferencia mis películas, la condición sin la cual no aceptaría el trabajo. Es la historia de la pareja, contada por sus amigos, que conduce la película y le aporta ese punto emocional que debería haber en todas las bodas.
Este es el clip de highlights